jueves, 14 de abril de 2011

Surgida la cuestión, cuál de los distintos recorrer inicialmente, respuesta encontramos en el puro razonamiento básico de la situación actual del sujeto, lo cual deriva en el uso del sentido común. Antes de enunciar la obvia respuesta, pasemos a examinar el porqué de esta mencionada obviedad: la “bestia”, como naturaleza, como forma pura, será lo que es, nada más, nada menos. Su comportamiento, derivado de su capacidad para “racionalizar” fenómenos vivenciales, constará de ser puramente egoísta; esto, como motor primero, como una fuente finita de posibilidades, físicas y cognitivas. No se hará mención de las derivaciones privativas de esta “virtud madre”, con fines a no hurgar en conceptos demasiado prontos para analizarse. Piénsese en un animal solitario, cazador de “modelos”, en demasía astuto e inteligente, poseedor (a pesar de que en dicha instancia, lo ignore) del conocimiento supuesto “inalcanzable” referido al ente humano.
Antes de proveer de un sostenimiento a esta bestia, es imperativo definir el punto de unión de estos dos seres; manejarse debe una conciencia de reconocimiento atractiva para quien sensatamente busca sobrevivir, más aun, convincente y perfecta, demasiado ordinaria como para ser contemplada por el ser ajeno a la esencia y la pureza humana. En contraparte, dañina y venenosa, “irracional” e inconveniente para el ser artificial que, ya sea casual o morbosamente, logre de reojo contemplar esta cohesión tan perfecta. Los problemas ontológicos que puedan derivarse de esta unión serán expuestos con posterioridad, evitando adentrarse en campos de difícil acción y comprensión. Consciente se debe ser de la irrevocable existencia de la “bestia” y el “modelo”; explorar, inversamente, los caminos que ambos han recorrido; el uno de una manera oculta, liviana y misteriosa; el otro constantemente siendo alcanzado por las temibles y poderosas zarpas de ésta, sufriendo un daño irremediable el cual, ni el remedio más “efectivo” aliviará.