domingo, 21 de noviembre de 2010

La relación cuerpo/esencia se presenta de forma simbólica, por sí llamarlo, en un sostenimiento constante de uno a la otra y viceversa: la esencia, para lograr esa identificación universal y verdadera, esa individualidad en significación lógica y racional, deberá valerse del cuerpo, en el sentido siguiente: la esencia viene junto con la corporeidad, no como iguales o semejantes, pero sí como un innegable complemento para dar vida a un ser recién creado. El desarrollo de esta naturaleza se da de manera inmediata en el momento en que se afirma que “ese ser” es “un ser”, es decir, cuando se le reconoce como parte de una especie. La esencia, recordando que está previamente establecida al desvelamiento, ayudará a definir, o mejor dicho, proyectar de manera externa, física, la verdadera naturaleza y caracterización reconocida del ser, en este caso, del humano. Esto puede entenderse de manera más objetiva si afirmamos que, entonces, la esencia o naturaleza será el titiritero de la totalidad individual. Esta afirmación puede, en ciertos casos, ser rotundamente negada si y sólo si se trata con temas relacionados a las funciones y actitudes motoras del aspecto físico, pero, es imperativo el concretizar que me refiero única y exclusivamente a la frágil mente humana.

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